lunes, 28 de mayo de 2012

JORNADA 6: C.B. CIUDAD DE MOGUER 68-71 C.B. AYAMONTE


Partido correspondiente a la sexta jornada de la liga sénior provincial de baloncesto en el que se enfrentaban el C.B. Ciudad de Moguer y el C.B. Ayamonte.

Los locales, tras encadenar dos victorias seguidas, se topaban con uno de los “gallitos” de la competición, el C.B. Ayamonte, equipo llamado a ser uno de los aspirantes a promocionar y que en su plantilla disfruta de jugadores con experiencia en nacional provenientes del Lepe.

No obstante, este hecho no amilanó a los nuestros como demostraron los compases iniciales del choque, con tanteos muy igualados. Poco a poco, sin embargo, los ayamontinos tiraron de oficio y saber hacer para irse con una ventaja considerable de ocho puntos al final del primer cuarto.

En el segundo cuarto, un extraordinario Carmelo Rivas tomó la batuta del equipo moguereño y mantuvo con vida a los suyos con 9 puntos seguidos y otras tantas canastas contestando y rebelándose contra el dominio visitante. Su magnífica defensa, con tapón incluido, pareció inspirar a los locales, que se mostraron muy férreos atrás. De hecho, los de Ayamonte empezaron a encontrar serias dificultades para ver el aro del Ciudad de Moguer, anotando en la mayoría de ocasiones merced a contraataques y tiros libres o a errores puntuales de los nuestros, como un rebote ofensivo culminado con canasta de 2 tras fallar los visitantes los dos lanzamientos desde la línea de personal que hizo mucho daño. Así, el segundo cuarto finalizó y los ayamontinos seguían arriba en el marcador con los mismos ocho puntos del final del primero.

Si en los segundos diez minutos fue Carmelo quien estuvo especialmente brillante, en el tercer cuarto el testigo pareció tomarlo Miguel Barragán, bien secundado por Juan Diego, cosechando entre ambos la mayoría de tantos para los inquilinos del pabellón Platero, que presentaba una notoria afluencia de público en este choque. 

Asimismo, al acierto anotador moguereño, individualizado en los dos jugadores mencionados, se le unió una más que notable defensa que ahogaba una y otra vez a los de verde.
Era, pues, un partido de poder a poder, de tú a tú, pero en el que el Ciudad de Moguer no terminaba de conseguir reducir las distancias con los visitantes, que se tenían que trabajar las canastas, algunas de bella factura, como un alley-hoop a dos manos.

Los nuestros, sin embargo, no cejaron en su empeño y siguieron percutiendo. Su insistencia y su gran partido se vieron recompensados al fin cuando a mediados de este cuarto empataban el partido. 

Mostraba el Ciudad de Moguer otra cara, la cara de un equipo que no pierde la compostura a pesar de ir por debajo en el marcador como hacía antaño, la cara de un plantel que, una vez conjuntado, sabe sublevarse y plantarle cara a cualquier equipo de su categoría. La cara de una escuadra que compite-y tutea-a  los mejores y en la que todos suman, como Antonio Prieto, como Joaquín, como Juan Manuel Garrido, que firmó-y es mi humilde opinión-su mejor partido desde que juega para los moguereños.

No se detuvieron los locales, que querían más, y siguieron anotando con notable frecuencia en el cuarto final: olían la sangre de la presa herida. Los ayamontinos, desarbolados por momentos, anotaban con serias dificultades y con cuentagotas para parar la sangría, pero les bastaba para mantenerse a flote en el partido.

 En esas, varios tiros libres fallados por los visitantes terminaron de dar alas a los moguereños, que empezaron a creérselo. Y tanto. El choque llegaba a su fin con el marcador en tablas (64-64) y con la última posesión para los nuestros. Pero no pudo ser, la pelota no quiso entrar y el choque se encaminó irremediablemente a los minutos extra de la prórroga, donde un parcial de 0-6 dejaba al Ciudad de Moguer herido de muerte. A pesar de ello, en un arreón final de casta y coraje, con un Juan Manuel Garrido inmenso bajo tableros, se dispuso de un triple para volver a igualar el marcador que tampoco nos sonrió. Finalizaba el choque con una derrota por la mínima (68-71) pero con el ánimo intacto: no había reproche posible para un equipo que se había vaciado en la cancha, lo había dado todo y había muerto de pie.


Por José Antonio Romero Martín

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