La séptima
jornada del campeonato liguero trajo consigo el primer derbi del año, en el que
se daban cita en el magnífico pabellón sanjuanero el equipo local, el C.B. San
Juan, con los amarillos-ese día blancos-del C.B. Ciudad de Moguer.
Primer
enfrentamiento pues, de máxima rivalidad y exigencia, donde las victorias saben
más dulces y las derrotas son más difíciles de digerir. Llegaban ambos equipos
con trayectorias similares en la competición y con caras conocidas en los
anfitriones, Moro y Argenis, dos ex jugadores del plantel moguereño.
Saltaron los
visitantes muy enchufados a la cancha, con un Miguel Barragán sabedor de su
superioridad física en la pintura y suyos fueron los primeros puntos de los
moguereños, que se manejaron con mucha soltura en estos primeros compases.
Al dominio
incontestable bajo tableros de nuestro capitán empezó a contrarrestarle a base
de puntos un respondón Moro, que puso a los suyos con +3. Pero si una cosa sabe
hacer bien este C.B. Ciudad de Moguer es correr y cuando tuvo la posibilidad,
imprimió al choque una velocidad endiablada. De ello se aprovecharon
especialmente Antonio Prieto y Carmelo Rivas, con 4 y 5 puntos respectivamente,
dejando a los moguereños con cómodas ventajas que no aumentaron por culpa del
nefasto porcentaje de tiro libre, un paupérrimo 1/6 para acabar el primer
cuarto con 17-21 para los nuestros.
El segundo
cuarto comenzó con muchas imprecisiones por parte de los dos equipos, que
parecían acusar el nerviosismo propio de un partido de esta índole. Cuando
volvieron a tomar el pulso al choque, éste se igualó aún más gracias al mayor
acierto del C.B. San Juan en este intervalo. Ello, unido a numerosas pérdidas
incomprensibles de los visitantes, propició el despegue en el marcador de los
sanjuaneros, que endosaron un parcial de 8-2. Antes de llegar al descanso,
Carmelo con un triple y Nico de dos acudieron al rescate (33-31).
En la
reanudación, el partido se volvió más físico y surgió un protagonista
inesperado, el árbitro de la contienda, que empezó a desquiciar a los
visitantes con sus discutibles decisiones y su descarado doble rasero.
Con esa
política de “vale todo en la zona local, todo es sancionable en la pintura
visitante”, el C.B. Ciudad de Moguer se descentró por completo y dijo
prácticamente adiós a sus aspiraciones de victoria tras escaparse el quinteto
de San Juan de veinte puntos. Sin embargo, el equipo se resistió a tirar la
toalla: Miguel anotó 4 puntos casi consecutivos y Juan encestó de dos tras
realizar un escorzo y recibir una falta no sancionada. Acto seguido, las quejas
del propio Juan tras la permisividad arbitral para con los de San Juan le
reportaron una técnica que acabó por dilapidar las ilusiones de los moguereños.
Poco tiempo después, continuaron las malas noticias para el C.B. Ciudad de
Moguer, que perdió a Juan Diego por lesión y que vio cómo el colegiado seguía
haciendo sangre y castigándole sin piedad. El esperpento continuó y arrojó otra
víctima del lado visitante: su entrenador, Guillermo Sierra, indignado por el
arbitraje escandalosamente casero del cuadro arbitral, recibió una técnica y
fue expulsado del partido que, al término del tercer cuarto, el C.B. San Juan comandaba
por un claro 59-39.
Con todo el
viento a su favor y tras el caos provocado por las decisiones de los hombres de
negro, los anfitriones se limitaron a buscar a su hombre más inspirado, Moro,
que siguió engordando su cuenta anotadora y ampliando así la ventaja sobre los
de Moguer. La hemorragia continuó y se agravó con una falta intencionada
señalada a Lolo, pívot visitante, que vino a ser el punto y final de un derbi que
aspiraba a ser un encuentro deportivo de poder a poder y que acabó siendo un
espectáculo grotesco.
Por José Antonio Romero Martín
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